15 de septiembre de 2021

A tirar trenza a la mierda, Chato

Mi última relación fue un desastre. Un proceso de aprendizaje como todo en la vida. Soy una persona sumamente solitaria y antes de la pandemia había creado ciertos “escapes”, que permitían hacer de todo eso algo muy soportable. Pero al iniciar el encierro: el miedo y la ansiedad mal manejados, me transformaron. Hubo mucho que había decidido no encarar, cicatrices de infancia o de vida aún muy abiertas, que se hicieron todavía más evidentes y difíciles de sobrellevar. 

Al inicio me culpé mucho por lo poco que duró, quizás si hubiera hecho esto o si me hubiera abstenido de aquello. No me es fácil abrirme a alguien, quizás si esta vez lo hubiera logrado. Pero luego pude darme cuenta de que lo que realmente tiene potencial para ser: es. Entendí lo valiosa que es la soledad, y establecer límites entre ella y quien viene en la mayoría de los casos a irrumpir en la misma, es vital. Inició de una forma tan irreal e insistente. Dejé que se metiera en mi vida a modo de invadirla; mi espacio y rutina cambiaron de eje. Hacía mucho que no experimentaba eso, permití demasiado. De repente todo cambió, me dijo que le “rompía las pelotas”, que no estaba ni creía que podía enamorarse de mí ¡Y qué no sentía “mariposas”! Sí, mariposas. Oír a un tipo de 34 años decir eso. No sé si ya todos estos años me hayan vuelto cínica en extremo, pero ojalá esas mismas putas mariposas le metan la realidad humana con sus terribles defectos, con todo y esas pelotas aguadas y rotas directo por el culo ¡Ja!

Y con eso toca cerrar círculos. Cual remolino de agua en inodoro.






Ejercicio No.1 (Luego de muchísimo tiempo y a punto de cumplir las 35 primaveras).

Tiene que haber algo más en la vida que esto ¿No? Tengo la impresión de que antes todo duraba un poco más. Claro, puede que todo esto sea só...